Una de los fenómenos que más me llama la atención de la práctica de la medicina basada en la evidencia es el retraso con el que ponemos en práctica las evidencias que hemos encontrado. Un ejemplo: hoy me topaba con un informe del Institute for Quality and Efficiency in Health Care alemán (IQWiG) sobre la ausencia de beneficio de la automonitorización de la glucemia en pacientes con diabetes tipo 2 no insulindependiente.
Sí, ya sé que es un tema muy antiguo. El año pasado asistí a las I Jornadas sobre aplicación clínica del conocimiento científico en la toma de decisiones en Atención Primaria (que lástima no poder ir este año). En ellas Antonio Montaño nos ponía al grupo GRADE este ejemplo para trabajar, y el grupo llegó exactamente a la misma conclusión. A pesar de ello son todavía muchos los pacientes de mi cupo que siguen utilizando tiras reactivas.
Es un ejemplo real de cómo no basta con disponer de la evidencia y estar concienciado de su valor. Aceptarla y aplicarla de forma mantenida es un proceso continuo y a veces realmente difícil. La modificación de conducta es un proceso muy complejo, determinado por una gran variedad de elementos y, en el caso de la práctica médica, condicionado por la presencia de muchos actores: médico, paciente, enfermero, gestores….
¿No os ha pasado nada parecido alguna vez?. En fin seguiré intentándolo…
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